Ganadera y arrocera: trabaja desde muy chica en el campo y ahora maneja la empresa familiar con su hermana,se ocupó de distintas tareas en la empresa familiar y recibió el Premio Lía Encalada por su labor rural.
️Desde los 12 años, Betiana Bel comenzó a trabajar en las tareas rurales al lado de su padre en el campo de la familia, allí en el sur de Corrientes, muy cerca del río Guayquiraró. A esa edad comenzó a subirse al tractor, a la cosechadora, a monitorear los cultivos y a incursionar en las cuestiones administrativas de la empresa.
En 2016, tras la muerte de su papá, ella y su hermana Antonela tomaron la posta y fundaron AgroBA S.A., para dedicarse a la agricultura, a la ganadería y a la plantación de forestales. Hoy, a sus 41, Betiana lleva las riendas del campo en la zona de Esquina, es la primera mujer en integrar la Comisión Directiva de la Asociación de Plantadores de Arroz y fue distinguida con el Premio Lía Encalada por su labor como mujer rural.
“Mi padre nos inculcó esta pasión por el campo desde niñas”, cuenta Betiana. Y asegura que él nunca hizo una distinción de género entre su hermano y ellas. “Yo naturalmente siempre viví la igualdad de género”, destaca.
Actualmente Betiana administra el campo y se ocupa del día a día mientras su hermana, que vive en Santa Fe, se ocupa de las cuestiones contables, inversiones, créditos, entre otras cosas. “Nosotras heredamos la trayectoria de 40 años de arrocero de mi papá, continuamos con ese legado”, dice Betiana. Antes, había trabajado en empresas como Adecoagro y en la industria del arroz pero fue a partir de 2017 cuando se abocó plenamente al gerenciamiento del área productiva de su establecimiento, manejando unas 600 hectáreas entre propias y alquiladas.
Allí, muy cerca de la localidad de Esquina y del río Paraná, siembra arroz, la principal actividad, y hacen ganadería. Además, alquilan campos en la localidad correntina de Sauce donde cultivan maíz, sorgo, girasol y soja. Todas las labores las hacen con maquinaria propia y, además, brindan servicios a terceros con sus equipos.
El arroz ocupa unas 220 hectáreas en el sudoeste correntino. “Es un cultivo muy difícil que te demanda más trabajo y atención que otros, tenés que tener mucha estructura para poder realizarlo, por eso cada vez hay menos arroceros en la provincia, y el que deja no vuelve a la actividad”, explica. Según relata, en su zona había 50 productores cuando su padre llegó desde Concordia y hoy quedan apenas tres.
El cultivo lo hacen bajo el sistema de labranza convencional. Si bien ha incursionado en la siembra directa, el rendimiento fue inferior por eso optaron por la labranza mínima. “En lugar de hacer discos de doble acción tratamos de usar rastra que mueve menos la tierra, pero en general, todos hacemos convencional”, cuenta Betiana.
Para hacer un mejor uso del tiempo y de las máquinas, al cereal lo siembra a partir octubre de manera escalonada y lo cosecha entre febrero y marzo. El cultivo requiere riego entre noviembre y enero para su normal desarrollo. Para eso, Betiana realizó obras que le permiten llevar agua desde el río Corrientes a través de paletones hasta la chacra, donde va ingresando mediante un sistema de niveles de acuerdo con la pendiente del lote. Para hacer las curvas de nivel utilizan un láser y luego usan la palpa, una herramienta que forma los montículos de tierra.
El año pasado, por la gran sequía, el río estuvo prácticamente sin agua y tuvo grandes pérdidas. Los rindes fueron bajísimos, no llegaron a 3.000 kilos por hectárea, menos de la mitad del promedio zonal, y muchas lotes se secaron completamente. Este año, a pocas semanas de comenzar la implantación del cereal, las cosas no han cambiado mucho. La toma de agua del río permanece inactiva debido a la bajante histórica y pone en riesgo la nueva campaña.
El arroz se cosecha en promedio con 22 a 24 puntos de humedad y se debe bajar al 12% para poder almacenarlo. Para eso, Betiana cuenta con una secadora y silos de almacenamiento, lo que le permite vender el arroz cáscara, seco, a granel, a los distintos molinos.
La tonelada se está pagando de $26.000 a $28.000 en la zona mientras que el año pasado se vendía a $ 28.000. “Si a eso le sumamos la inflación, el atraso cambiario y los principales insumos que nos aumentaron un 300%, está muy perjudicado el sector arrocero”, señala.
Cuando junto a su hermana decidieron hacerse cargo del legado paterno y tomar las riendas de la empresa familiar, Betiana pensó que iban a tener más limitantes por ser mujeres pero no fue así. “Siempre hubo respeto, consideración, nadie hizo diferencias de género, nos consultan, lo fuimos ganando con el tiempo”, destaca Betiana. “Solo en algunas zonas rurales más conservadoras nos miraban con un poco de desconfianza y pensaban que nos íbamos a fundir pero hicimos caso omiso”, recuerda. Hoy por hoy, cuenta la productora, hay algunos hombres que se niegan a hablar o negociar con ella solo por el hecho de que es mujer. “Sí me he encontrado con gente que vive en el campo, más tranquera adentro, que tiene reticencia a dialogar o a hacer negocios, a pedir algo o a conversar con una mujer”, relata.
Pero a Betiana la tiene sin cuidado. Ella tiene siempre presente un consejo que le dio su padre: “Lo que yo no puedo hacer, lo contrato, lo importante es la cabeza que organice y coordine todo”. El ser mujer a ella la potenció: “Fue más como un desafío para demostrar que sí se puede, que si bien hay cuestiones de fuerza en que tenemos diferencias con los hombres, todo se puede lograr, o si no hay una persona que se contrata o alguien al lado que lo puede hacer, lo importante es organizar y persistir, es un poco de perseverancia también”, opina la productora.
“A las mujeres rurales no se las visibiliza, la gente se sorprende al conocer lo que hacemos pero hace muchos años que estamos trabajando en el campo al frente de empresas, las mujeres podemos y lo estamos haciendo”, subraya Betiana.