Sofía Querejeta se convirtió en embajadora cultural de Neuquén por el voto de la gente. En pandemia y para acompañar a su madre, comenzó a pintar. Y no paró. “Sentí como un sol en mi corazón y fui feliz”, dijo la artista
“Sentí como un sol en mi corazón”, dice Sofía Querejeta, quien con 21 años se convirtió en la embajadora de la cultura de Neuquén. Sofía nació el 19 de septiembre del 2000 en Bariloche, y a los pocos años de vida su papá se mudó por trabajo a Buenos Aires. Ella se crió en San Martín de los Andes con su hermano Santino (20) y su mamá Noelia (45). Eran tres contra el mundo, cuidándose de todo, acompañando aquel nuevo destino. Años después, Noelia tuvo dos hijas más con su pareja Pili, quien es el padre de corazón de la artista. Hoy en día, todos los hermanos la acompañan, y la ayudan en su carrera de artista profesional.
Sofía tiene síndrome de down y desde los dos años, su mamá Noelia buscó estimularla a través del arte. Le compró carallones, pincelitos y cualquier objeto que pudiera apretar con sus manos, para de esta manera fortificar sus músculos. “Los chicos con síndrome de down nacen hipotónicos, entonces hay que estimularlos desde chiquitos”, comenta Noelia. Mientras que el Director Ejecutivo de la Asociación Puentes de Luz de San Martín de los Andes, Luis Rodríguez, agrega: “La estimulación temprana es muy importante, en general los chicos con síndrome de down suelen tener una hipotonía muscular a nivel general y se va trabajando para que de una motricidad gruesa vayan adquiriendo una motricidad fina y así ganando espacio en el accionar más de detalle”.
En aquel momento, nadie se hubiese imaginado que aquella niña curiosa, llena de energía, terminaría siendo una reconocida artista y referente para otros chicos y chicas con síndrome de down. “Mi hija es un ejemplo para todos los chicos con síndrome de down, tienen que ver que sí se puede, que ellos pueden lograr todo”, dice su madre.
Durante la pandemia, una tarde, Noelia pintaba mates -su gran hobby- y le ofreció a Sofía que la acompañara. Su hija deslumbró con su talento: las hojas se convirtieron en grandes marcas cuadradas brillando con una amplia paleta de colores. Es que la creatividad de Sofía no se limita al blanco y negro, sino más bien a una explosión de emociones.