Desafío Empresarial Global

Dejó de ser contador y creó un gallinero para tener en cualquier casa que es furor.
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Toti Díaz

Toti Díaz

Luis Gómez Llambi desarrolló una suerte de casita para “volver al gallinero de los abuelos”; se presentó en la Rural

Con 52 años, Luis Gómez Llambi sabe que en la vida las oportunidades hay que aprovecharlas cuando se presentan y, si hay que dar un volantazo para volver a empezar, siempre vale la pena. Hace unos días llegó de Carlos Casares, provincia de Buenos Aires, para mostrar su emprendimiento en la 136º Exposición Rural de Palermo: el gallinero móvil.

Cada vez que alguien se acerca para interiorizarse de ese pequeño galponcito de un metro por un metro que viste el stand en la muestra, con mucho entusiasmo cuenta su historia de vida. “Soy contador, pero hoy nada queda de eso. Hace tiempo que no tengo nada que ver con liquidar impuestos en un estudio y solo el campo es mi centro”, entre risas.

Con esa frase comienza a describir su historia cercana al campo y no tanto. “De chico, con el campo nunca tuve relación, solo cuando acompañaba a mi viejo, que trabajaba en una consignataria de hacienda, a los remates feria del pueblo o yendo de campo en campo juntando hacienda para armar las jaulas para vender. Y me encantaban las matemáticas y antes, si te gustaban las matemáticas, tenías que ser contador. Y así fue: estudié esa carrera”.
En un principio, la vida de Gómez Llambi se dividía en trabajar como contador y la metalúrgica: “A la par, mantenía ambos trabajos. Pero en una de esas crisis de la vida, en 2014, hace 10 años, abandoné la profesión y arranqué solo con esto a fondo. Sentía que el campo era algo que tenía pendiente en mi historia”. Dos años después también incursionó en la ganadería, comprando sus primeras vacas y alquilando unas pocas hectáreas pero, “muy profesionalizado” a través de una producción regenerativa.

Un día se presentó en el local un cliente, Santiago De Bernardi, y le hizo un pedido muy particular: un comedero para gallinas: “Quería un comedero de gallinas y yo ni sabía nada de nada del tema. Luego me pidió unos nidos y después el carro. Y tal fue la repercusión en redes sociales que comencé a fabricarlos”

E inmediatamente fue un furor. “En la fábrica pasamos de hacer solo de bisagras y herrajes y de tanto en tanto algún gallinero a que hace un año estamos todo el día haciendo las dos cosas”, explica y agrega que solo hacían los grandes de hasta 600 gallinas: “Pero hace cuatro años, en época de pandemia, surgió la posibilidad de hacer uno pequeño para que una familia lo tenga en el patio de su casa”.

Hoy en la fábrica trabajan 10 operarios y personas con foco en el “producto estrella: el gallinero portátil familiar”.

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