Desafío Empresarial Global

Pasó de hacer vino para la familia a montar una bodega que ya recibió 35 premios
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Toti Díaz

Toti Díaz

En 12 años, los vinos pampeanos de Bodega Quietud cosecharon múltiples reconocimientos gracias a la experiencia de su mentor, Ricardo Juan.

Después de pasarse toda la vida al frente de su metalúrgica, en 2009 el hobby del vino se convirtió en un emprendimiento comercial que produce 12.000 litros al año, con proyección de aumentar en el mediano plazo. Pero Ricardo Juan no aspira a un crecimiento abrupto porque no quiere perder el espíritu artesanal de sus vinos, que viene elaborando desde hace 32 años.

“Esto fue y sigue siendo en familia”, dice, y recuerda que “antiguamente, cuando venía con la uva, los chicos –sus hijos– preparaban todo y todos trabajábamos” elaborando el vino. Por esos recuerdos y porque disfruta haciendo “homenajes”, con frecuencia saca etiquetas con algún guiño a sus afectos, como el vino que llamó “Reserva de familia” o la línea “Mis soles”, un mimo a sus 3 hijos y los 5 nietos que tenía en el momento de su lanzamiento.

La empresa no tiene viñedos propios; le compra la uva al Ente Provincial del Río Colorado, que tiene viñas, y se hace el proceso completo en las instalaciones de Quietud en Santa Rosa.

“Como bodega arrancamos en el 2008-2009 con la primer cosecha que se hizo en Gobernador Duval”, cuenta, refiriéndose a los viñedos plantados en el sur de La Pampa, a la vera del río Colorado. “Los vinos de Duval nacieron acá”, se ufana.

En ese entonces, algunos amigos lo habían convocado “para dar una mano”, conociendo su expertise, y allí comenzó lo que Juan define como una bola de nieve que lo llevó a organizarse formalmente como bodega, crecer e incorporar tecnología.

Luego, a partir de 2013, comenzaron a hacer tareas de investigación y evaluación para el Ente de Río Colorado, a analizar el potencial de cepas y terrenos, con la mira puesta en atraer inversiones para La Pampa.

10 cepas

Bodega Quietud procesa hoy 10 cepas distintas. Una blanca (Chardonnay) y toda una gama de tintas que incluye Petit Verdot, Bonarda y Tannat así como también las clásicas Malbec, Cabernet Franc, Sauvignon, Pinot Noir, Merlot o Syrah. También crea blends que pueden ser bi o trivarietales y produce cosechas tardías naturales.

El empresario se entusiasma con la variedad de cepas que se están dando bien en la provincia, lo que abre un abanico interesante de producción, con la ventaja que son vinos que se pueden vender con denominación de origen Patagonia, por pertenecer La Pampa a esa región.

Opina también que hay que acostumbrar a la gente a cambiar de hábito y arriesgarse a probar nuevos sabores. “Acá fanáticos del Malbec cambiaron al Petit Verdot, al Syrah; otros están con los blends”, dice.

Juan también destaca el espíritu inquieto de quienes se arriesgan a salir de la línea industrial de las bodegas grandes y buscan experiencias nuevas de sabor, vinos con otros aromas, otra estructura en boca, aspectos distintivos del trabajo artesanal.

El campeón

Desde que salió al ruedo, Bodega Quietud presenta sus etiquetas en los concursos Vino Andino y VINUS. “Todos los años hemos logrado premiaciones”, se enorgullece el emprendedor, quien no solo es presidente de la empresa sino que el año pasado ha sido elegido para liderar durante dos años la recientemente creada Cámara Vitivinícola de La Pampa (CAVILPA).

“El año pasado logramos el estandarte más alto: sacar un vino campeón de la Argentina”, dice. Se trata del Acechados Blend Single Cask 2019 que ganó el Premio Raúl Castellani, la categoría Campeón Vinos Tintos del concurso VINUS realizado en Mendoza en septiembre. Fue la elección de 35 enólogos que lo cataron y le dieron un puntaje de 97 sobre un máximo de 99.

Esa misma etiqueta ganó la doble medalla de oro, compartida con el Acechados Monte Adentro, también de 2019, que obtuvo 96 puntos. En ambos casos fueron producidos con uvas de Casa de Piedra.

La serie Acechados probó tener muy buena acogida, puesto que los otros dos integrantes, el Pampa Salvaje y el Blend Patagónico, también obtuvieron medalla de oro. “Es una satisfacción porque sabemos que vamos por un buen camino”, dice Juan. Y, “si pega en los paladares, ya está”.

A 370 km de las vides

Para Quietud, las etapas de producción comienzan con el seguimiento de la evolución de la uva todavía en las vides y siguen en el predio de la bodega en Santa Rosa. Allí, la tarea arranca en el laboratorio donde se realizan análisis químicos a las uvas para determinar el momento óptimo de cosecha.

El laboratorio lo maneja su nuera, su “mano derecha” como la define Juan, licenciada en química, próxima a terminar la carrera de enología.

“De cada uva que llega acá se hace una historia clínica”, explica. “Se hace el control, se ponen los kilos, el varietal, la fecha de ingreso y se hace un laboratorio completo. También se anota todo lo que se le va agregando. Luego, diariamente y a la misma hora, se hacen controles de temperatura y se analiza el avance de la transformación del azúcar en alcohol. Y probamos los mostos, porque de esa manera vamos determinando, si notamos alguna falencia en boca, si se puede corregir”, agrega.

El vino más fino queda en barricas por un tiempo más prolongado que puede llegar a los 18 meses. Es el período de descanso, cuando se madura en una sala de “guarda”, a oscuras. Esos son los vinos tope de gama de su producción.

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