Fue construida en la década del 60 por un ingeniero que pavimentaba una ruta cercana a Teodelina. Tiene unos 150 metros de largo y 9 millones de litros de agua salada que se extraen del subsuelo de la pampa húmeda. Relatos de una localidad que cada verano vive para y por esta piscina.
Un pequeño pueblo en el interior de Santa Fe, en plena pampa húmeda, tiene una característica que lo vuelve único en su zona. Es más, miles de personas de localidades cercanas se acercan durante todos los fines de semana de verano para disfrutar de estas instalaciones.
Se trata de una de las piletas más grandes del país que está ubicada en Teodelina justo en la costa de la laguna Chañar. Pero, el inmenso espejo de agua tiene una historia de emprendedores del pueblo que soñaron a lo grande.
Teodelina está ubicado en a 375 kilómetros de la capital provincial y a 205 de Rosario. Tiene unos 10 mil habitantes que trabajan en su mayoría en una empresa avícola y otra de maquinarias agrícolas. Apenas se ingresa a la ciudad, se puede ver la laguna y la pileta como una continuidad de agua en la que se reflejan los matorrales de la costa.
En el año 1966 se estaba asfaltando una ruta cercana al pueblo y un ingeniero se le ocurrió la idea de la pileta. Fue como un chispazo de su mente y de golpe mientras miraba la laguna Chañar se imaginó ese inmenso espejo de agua para que puedan disfrutar los vecinos.
Leoncio Scardellato tiene 75 años y es nacido en Teodelina. Este hombre que suele correr por la costa de la laguna conoce la historia del balneario de primera mano. “En agosto de 1966 el ingeniero García se paró frente a la laguna y dijo acá hay que hacer una pileta –
Hay que aprovechar las máquinas viales que están haciendo la ruta. Habló con el intendente del momento que le dio el ok. Entonces, contó los pasos de largo y de ancho. Hizo la demarcación y empezó con las excavaciones”.
El espejo de agua tiene 150 metros por 40 y una profundidad promedio de 1,50 metros para que todos puedan disfrutarlo sin peligro. Son 9 millones de litros de agua salada que se extraen del subsuelo del pueblo con cinco bombas.
Todo fue pensado por García en el momento que inició la excavación para su pileta soñada. Después, la administración quedó a cargo de la comunidad de la localidad. Desde la comunidad hacen el chequeo anual de las bombas, la pintura de la piscina y el recambio del agua que se da dos veces por semana para evitar que se ponga verde por efecto de las lluvias o el verdín del fondo.
La obra se hizo en tiempo récord y el verano siguiente (1967) ya se hizo la inauguración de la primera temporada de Teodelina. En ese momento, ya se hablaba de una de las piletas más grandes de Argentina y Sudamérica, en plena pampa húmeda santafesina.
El boom de Teodelina
Los tres años siguientes, luego de la construcción, fueron de puro crecimiento del pueblo. A la empresa avícola y la de maquinaria agrícola se agregó esta nueva industria sin chimeneas. En los años 1968, 69 y 70 se hicieron festivales folklóricos con la laguna y la inmensa pileta de fondo.
Por acá pasaron Astor Piazzola, Atahualpa Yupanqui, Los Chalchaleros y Horacio Guarany, entre otros –recuerda Scardellato-. Era un festival de un nivel muy parecido al de Cosquín.
Se generó un gran movimiento comercial alrededor del balneario. No es sólo una pileta. Hay parrillas, campings, canchas de fútbol, rugby y de vóley. Es un lugar para que disfrute todo el pueblo y también los visitantes de fin de semana.
Cada sábado y domingo de verano unas 10 mil personas suelen disfrutar de las instalaciones del balneario. Casi lo que sería el pueblo entero de Teodelina.
Así, se mueven los bares, las carnicerías y hasta los almacenes que casi todos están muy cerca de la pileta.
Para mantener la pileta y el balneario todo el año trabajan unas 45 personas. A eso se agregan trabajadores externos temporarios durante el verano. Así se llega a unos 100 empleados. De diciembre a marzo, el pueblo vive de y para la pileta.